
El 24 de octubre de 1950 marcó un antes y un después en la historia cultural del país: Cuba se convertía en uno de los primeros países de América Latina en tener televisión. Aquella transmisión inicial, setenta y cinco años después, sigue iluminando los hogares y las emociones de millones de cubanos.
Durante estas décadas, la televisión nacional ha sido mucho más que un medio de comunicación. Ha sido un aula, un escenario, un espejo y, sobre todo, un archivo vivo de la identidad cubana. En sus pantallas se ha contado la historia del país, se han forjado valores y se han conservado rostros, voces y momentos que hoy forman parte de la memoria colectiva.
La televisión cubana ha acompañado los grandes acontecimientos del pueblo, desde jornadas históricas hasta los días cotidianos. Ha servido para educar, entretener, formar criterios y abrir horizontes. Pocos medios han tenido un impacto tan profundo en la formación cultural y espiritual de varias generaciones.
Con el paso del tiempo, la televisión en Cuba se transformó en un patrimonio que sigue creciendo. Los programas que marcaron una época —los informativos, los dramatizados, los musicales, los espacios educativos— son parte del imaginario popular tanto como las canciones, los libros o las obras de teatro que definieron cada etapa.
En ese legado ocupa un lugar especial el Canal Educativo, que desde su fundación en 2002 ha contribuido a mantener viva la misión cultural y formativa de la televisión. Sus programas, concebidos para todas las edades, han acercado el conocimiento, la ciencia, la historia y el arte a millones de cubanos, especialmente a quienes encuentran en la televisión una ventana de aprendizaje constante.
Hoy, en tiempos de nuevas tecnologías y pantallas múltiples, la televisión cubana enfrenta el desafío de reinventarse sin perder su esencia. La memoria audiovisual que guarda es, en sí misma, una expresión de la cultura nacional, y su preservación resulta tan importante como la de cualquier museo o archivo histórico.
Celebrar los 75 años de la televisión en Cuba es celebrar nuestra capacidad de contar, enseñar y emocionarnos a través de la imagen. Es reconocer a los realizadores, técnicos, artistas, periodistas y docentes que, durante más de siete décadas, han hecho posible ese milagro cotidiano de encender una pantalla y encontrar, en ella, un pedazo de nosotros mismos.
Porque la televisión cubana no solo informa ni entretiene: vive, enseña y deja huellas. Y en ese sentido, sigue siendo un patrimonio cultural en movimiento.