Artemisa, 22 dic (ACN) Tamara Hernández Sosa es de quienes reflexiona sus decisiones antes de tomarlas. Esta güireña se graduó en 1970 como Licenciada en Español Literatura y desde entonces se consagró al arte de enseñar más que simples lecciones.
El intenso ajetreo que viven los docentes cubanos el último mes del año no impidió a la veterana maestra contarle una parte de su vida a la Agencia Cubana de Noticias.
¿Por qué decidió ser maestra?
Desde niña me gustó la educación. Jugaba con mis muñecas a darles clases. Para mí es más que una simple profesión. Ansío el intercambio con los alumnos, el accionar día a día con ellos y contribuir a su formación. Esa es la razón que me impulsa y por eso no abandono el aula a pesar de jubilarme hace 12 años.
Es una de las alegrías que opaca mis penas. Por eso, con mucha sinceridad, más allá de frases vacías, si volviera a nacer volvería a ser maestra, a dedicarme a lo que más amo.
¿Cuál ha sido su camino profesional?
Siempre he trabajado en Güira de Melena. Primero en la secundaria José Manuel Seguí y luego, como parte de una tarea de choque orientada por la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), pasé a ser directora de la escuela primaria Ismaelillo II.
Desde entonces me he dedicado a la enseñanza preuniversitaria. Primero en los centros internos República Cooperativa de Guyana, Varsovia y Comandancia La Plata y, desde 2010, en el Institutos Preuniversitario Urbano (IPU) Eugenio María de Hostos, tras el cierre de los preuniversitarios en el campo.
¿Cómo aprecia la formación en la actualidad?
En los IPU intercambiamos con los estudiantes, pero no es igual ahora porque pasas menos tiempo con ellos. Por eso hay que asumir la tarea de enseñar con más dedicación, pues pese a una menor interacción, debes ayudarlos a crecer y ser mejores.
Otra ventaja de los “pre” en el campo era la independencia y responsabilidad que adquirían los muchachos. Además, contaban con un tiempo destinado al autoestudio y la preparación, elemento que queda fuera de nuestro alcance con los alumnos externos.
En todo caso siempre hay que aconsejarlos y para eso debes convertirte en su amiga, sin abandonar tu posición. Debes apoyarlos, pero sin ceder el poder. Es una línea que, aunque a veces se desvanece, permite que se mantenga el respeto entre alumnos y profesores y evita situaciones embarazosas sin convertirte en un ser indiferente que no se preocupa por sus estudiantes.
Lo que sí es reconfortante del paso de la enseñanza preuniversitario hacia el pueblo es el mayor apoyo e intercambio de y con la familia. No es que fuera inexistente en los centros internos, pero la distancia entre la escuela y la casa dificultaba esta relación. En ese sentido hemos ganado mucho y se nota en el desarrollo de los muchachos.
¿Cómo afronta la tarea de educar ante nuevos escenarios?
No se puede negar la importancia del desarrollo tecnológico en la educación, pero los estudiantes carecen de la preparación necesaria para utilizarla con estos fines. Vital sería la utilización de los dispositivos digitales como alternativas en el proceso educativo, capaz de introducir nuevas formas de hacer. Sin embargo, la realidad es que muchos de los alumnos utilizan celulares o tabletas con diversos fines, excepto para estudiar.
Para asumir este reto hay que preparar a los estudiantes en el uso de la tecnología de manera creativa, acorde con cada espacio y es deber de los profesores superarse para utilizarlos como alternativas a las dificultades.
¿Qué opina del proceso educativo actual?
Pienso que los estudiantes, de forma general, han perdido la curiosidad. Antes los alumnos te retaban en el aula, hoy las preguntas, casi siempre, se reducen a los aspectos mínimamente necesarios para el aprendizaje si es que te la hacen. No hay un nivel de investigación, aspecto que después complica su paso por la enseñanza universitaria.
En el caso de los profesores hay que continuar la superación. Hay que mejorar y fomentar el adiestramiento de buenos maestros.
El magisterio no debe ser la última alternativa para aquellos sin la preparación o la vocación adecuada. Ser maestro es una profesión que encierra sacrificio, esfuerzo, amor, paciencia y abnegación, cuestión que se ha retomado en el debate de la población a partir de la actual novela cubana.
Muchas preguntas y respuestas quedaron por plasmar en esta entrevista por cuestión de espacio. Pero sería injusta si no mencionara que en reconocimiento a su labor de tantos años, Tamara recibió la orden José Tey por parte del Ministerio de Educación en septiembre de 2018. Para ella, insistió, no hay mayor regocijo que el deber cumplido, el éxito de sus alumnos y que ellos la recuerden con alegría, sin importar donde estén.